Lucía... Verla fue como un golpe de emociones. Después del día en el café, seguimos viéndonos, en el parque, en el cine, en cualquier lugar, y me enamoré, me enamoré como un niño con su primer amor, me enamoré como hoy la gente ya no se enamora, y ¿saben qué? Ella también se enamoró, éramos completamente felices y estábamos locos el uno por el otro, ella me llevaba a mundos que no conocía, esa mujer tenía galaxias en los ojos.
Siempre hablo de ella en pasado porque es como si estuviera muerta; la casualidad que me la puso en el camino, es la misma que nos ha impedido encontrarnos otra vez, aunque eso nos ha hecho la carga de extrañarnos mucho más ligera.
El tiempo pasó, y el amor estaba ahí, pero olvidamos como llevarnos bien, yo la amaba, pero jamás fui hombre de una sola mujer, comencé a buscar a otras, y la verdad es que me frustraba que ella estuviera tan concentrada en su escuela, me frustraba que un viernes por la tarde cuando bien podríamos salir a pasear a donde ella quisiera, ella prefería quedarse en su casa a estudiar para sus próximos exámenes.
¡Dios! ¡Pero qué tonto era yo!
Como cualquiera esperaría de una mujer inteligente, Lucía descubrió con quién me consolaba los días en los que ella no estaba, y aunque ella intentó arreglar todo y no creer lo que estaba frente a sus ojos, no funcionó, la herí como nunca nadie la había herido nunca.
Como cualquiera esperaría de una mujer inteligente, Lucía descubrió con quién me consolaba los días en los que ella no estaba, y aunque ella intentó arreglar todo y no creer lo que estaba frente a sus ojos, no funcionó, la herí como nunca nadie la había herido nunca.
Terminamos y sé que fue duro para ella, sé que incluso perdió el color sonrosado de su piel y sé que perdió algunos kilos, ella me eliminó de su vida, pero yo no a ella de la mía, yo siempre preguntaba por ella, a su amigos, y es que realmente ellos no eran sus amigos, por que llegué a conocerla tanto, que sé que ella no quería que me enterara de lo mal que la pasó por mi culpa, esa era mi chica, demasiado orgullosa como para dejar que la vieran mal.
Lucía, ella siempre tan expresiva, tanto, que aunque quisiera, jamás habría podido ocultar su tristeza...
Sigue pasando el tiempo y la extraño, la amo, la quiero a mi lado, la necesito más de lo que puedo aceptar, si tan solo mi orgullo me hubiese dejado buscarla antes...
Hace unos días que una idea ha estado en mi cabeza... Siente que debo salir corriendo a buscarla, a su escuela, a su casa, a donde sea, quiero verla, porque un amor como el nuestro no se puede morir así, yo sé que no, ella me amaba, y yo ya no puedo vivir sin el café de su mirada, sin su sonrisa, y es que nadie la puede igualar, incluso en el sexo, ella me hacía sentir más de lo que cualquiera con las que he estado.
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Fui a buscarla, a su escuela, para decirle que fui un idiota, que la quería conmigo... La vi caminando por su facultad, enfundada en un ceñido vestido rosa pálido con un divino escote en ta espalda y sobre unos zapatos altos y negros que le daban la apariencia de volar al caminar, ahí estaba, su cabello había cambiado, estaba corto, muy muy corto; recordé que cortarse el cabello era una idea que siempre había tenido y que a mí nunca me había gustado, y al fin lo hizo, debo decir que no me gustó el cambio, pero ¿quién era yo para decir o hacer algo al respecto?
Me acerqué a ella y las piernas me temblaban, ella estaba distraída, como siempre, mirando el horizonte, de seguro teniendo una de esas locas ideas suyas, sonreía y su mirada tenía un brillo lleno de picardía y felicidad. Casi me caigo cuando ella me vio y su sonrisa se desvaneció. La miré de arriba a abajo, y la verdad es que no parecía estar triste ni haber perdido peso, ni haber llorado la noche anterior, vi como frunció el ceño y se acercó a mí.
- Lucas - dijo con tono frío.
- Lucía - susurré y no pude evitar abrazarla, ella no hizo nada.
- ¿Qué demonios haces aquí? - Me preguntó con una evidente molestia por verme.
- Vine a buscarte.
- Eso queda claro, pero... ¿para qué? - dijo con el tono más frío que le había escuchado nunca.
- Te extraño, y ya no quiero ni puedo vivir sin ti.
Ella sonrío burlonamente y dio algunos pasos hacia atrás para verme de pies a cabeza.
- ¿Y qué esperas que haga, Lucas?
- Que me digas que también me extrañas y que me perdo...
- Cielo, yo ya te he perdonado - Sonrío tiernamente.
- Eso significa que quieres...
No me dejó terminar la frase
- Eso, mi querido Lucas, no significa nada más que lo que he dicho, te perdono, pero no te quiero volver a ver en mi vida, yo no doy segundas oportunidades, y menos a ti, a ti menos que a nadie, ¿quién te crees? ¿Cómo se te ocurrió que iba a volver contigo? - Me dijo con los brazos cruzados sobre su pecho.
- Luce, por favor, te amo...
- Y yo te amaba, pero ya todo terminó, y si no tienes nada más que decir...
Me quedé petrificado sin decir nada, jamás me imaginé que ella reaccionaría así, se dio la media vuelta y comenzó a caminar, con sensualidad, moviendo las caderas provocativamente, estoy seguro de que lo hizo con toda la intención del mundo... Reaccioné después de unos segundos y corrí detrás de ella, la tomé del brazo y la hice dar la vuelta, luego la atraje hacia mí y la sostuve por la cintura, la besé como si me fuera la vida en ello, ella se retorcía entre mis brazos intentando escapar de mi beso, no me importó seguí besándola, por largo rato hasta que no pude respirar.
Su mirada estaba cargada de odio hacia mí, intentó golpearme pero no fue tan rápida... Y en ese momento sentí un fuerte puñetazo en la mandíbula, cerré los ojos por el dolor y cuando los abrí, me encontré con los ojos azules más profundos que hubiera visto en mi vida...
- Si vuelves a acercarte a ella... - Me dijeron los ojos azules llenos de rabia.
- Leandro, ya no te preocupes - dijo Lucía tomándolo del brazo.
- Luce, que no me preocupe... Este cabrón acaba de besarte en contra de tu voluntad, lo vi todo.
¿Luce? Nadie le dice Luce a mi Luce, ¿quién diablos era este? Era un poco más bajo y más delgado que yo, pero mi mente estaba confusa y no comprendía nada.
- ¿Y tú quién demonios eres y qué te importa quién besa a Lucía?
Lucía abrió la boca como para decir algo pero la cerró cuando escuchó la risa rabiosa de Leandro.
- ¿Que quién soy? - dijo mientras la abrazaba por la cintura - Soy alguien que si supo ver todo lo que esta mujer representa y que supo valorar lo maravillosa que es, porque yo sé perfectamente quien eres tú y lo que le hiciste... Yo estuve con ella mientras tú estabas en la cama de quién sabe que mujer... No vuelvas a acercarte a mi novia, porque tengo entendido que no te quiere volver a ver, ella es más mía de lo que alguna vez fue tuya, porque yo, la amo como tú nunca la quisiste, y la hago feliz en todos los sentidos, y no tienes de la menor idea de lo mucho que esta dulce chica causa en mí, cada noche, en su apartamento, bajo las estrellas...
- Leandro, cállate - Lucía se sonrojó, y lo miró molesta pero de esa forma en que solía mirarme a mí... con amor.
¿Este imbécil estaba tratando de contarme su vida sexual? Mierda, ¿Qué clase de tipo es este? Aunque no puedo reprocharle nada porque yo también le había contado a algunas cuantas personas las cosas que hacía con Lucía...
- Perdón amor. - Leandro se volvió para ver a Lucía y su mirada se suavizó, sus ojos azules se clavaron en el marrón de los de ella, y la abrazó, se tomaron de la mano y se miraron con todo el amor del mundo.
Comenzaron a caminar lejos de mí y Lucía se detuvo y se volvió para mirarme congelado en medio de estudiantes que iban y venían apresurados.
- Lucas... Gracias por todo, pero no quiero volver a verte, no destruyas el cariño y el agradecimiento que siento por ti... Adiós, ya deja las cosas como están y no vuelvas a buscarme, estoy siendo muy feliz, me enamoré, y creo que deberías hacer lo mismo y seguir con tu vida. Volteó a ver a Leandro y se estiró para darle un beso en la mejilla, él lo recibió de buen grado y siguieron caminando.
Yo no podía dejar de verla, caminando, vestida con tanta sensualidad e inocencia a la vez, pero no, no estaba vestida para mí, sino para esos ojos azules que caminaban junto a ella.
La había perdido, no sé cuanto tiempo estuve así, hasta que decidí marcharme, tomé mi moto que estaba en la puerta del colegio y me fui directamente a un bar que frecuentaba.