Para no escribirle a él te
escribo a ti. A ti muchacho que ya me has olvidado, y yo que te pedí que por
favor nunca me olvidaras. A ti, que prometiste nunca olvidarme.
Para no escribirle de
amor. Te escribo a ti, sobre lo que fuimos, porque sé que éramos almas gemelas,
sé que lo nuestro era amor, sé que había algo más que química o física o
incluso que las ganas locas de morderte, mi amor, mi dulce y antiguo amor.
Para no escribirle de
sentimientos. Te escribo a ti, sobre las bellos ratos que pasábamos juntos,
sobre las tardes lluviosas entre la hierba.
Para no escribirle sobre
horarios. Te escribo a ti, y te cuento sobre las largas horas en las que hablábamos
hasta quedarnos dormidos, y sobre las veces que se nos hacía tarde mientras
jugábamos con besos.
Para no escribir sobre sus
ojos cálidos, verdes como dos esmeraldas. Escribo sobre tus ojos cafés, que albergaban miles de
universos, sobre la manera en que me miraban con ternura y delicadeza, como si
yo fuese una especie de muñeca que se rompería con tan siquiera una ráfaga de
viento, pero también cuando me veían con pasión, con ese fuego indomable que
luchaba por incendiar el mundo, nuestro mundo.
Para no escribir acerca de
sus millones de pecas. Termino escribiendo sobre tus lunares que me parecían a
mí, cientos de constelaciones, constelaciones que en algún momento fueron mías,
las luces de mi propio universo, porque ¡Hey! Tú eras parte de mi cosmos.
Para no escribir su
nombre. Escribo el tuyo, en cada página de los cuadernos y a veces, hasta en
uno que otro libro, en cursivas e incompletas la "F" y la
"x" para que nadie entienda lo que quiero decir, garabateo tus letras
inconclusas.
Para no extrañarlo. Te
extraño a ti, a veces, a ratos; definitivamente no te extraño a ti, extraño al
chico increíble que solías ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario