Lo vi una sola vez, en aquella concurrida estación, una sensación extraña me hizo volver la cabeza hacia aquel banco donde él estaba sentado mirándome, me quedé parada en medio de la gente que iba y venía, ahí... Congelada, viendo su cabello lacio, negro; y la manera en que se mordía el labio inferior, sus oscuros ojos recorriéndome de arriba a abajo, una y otra vez. La manera en que mordía su labio inferior, el paraíso que parecía ser su pecho... ¡Dios! ¡La manera en que mordía su labio inferior! Me invitaba a besarlo.
No sé cuanto tiempo estuve así, parada en medio de personas corriendo apresuradas en todas direcciones. Pudieron haber sido segundos, minutos tal vez, en los que sólo existíamos él y yo mirándonos.
Podría haberme quedado una eternidad así, pero el silbato de mi tren llegando me sacó de aquel trance, caminé algunos pasos tambaleándome mientras los latidos de mi corazón se confundían con el repiqueteo de mis tacones moviéndose para abordar. En ningún momento dejé de sentir su mirada hasta que las puertas se cerraron detrás de mí...