sábado, 23 de octubre de 2021

Feliz cumpleaños, hasta el cielo...

Sé que estás en algún lugar en el cielo, porque es ahí a dónde querías estar. Hoy, cumplirías 90 años, de una vida larga y llena de tropiezos, de mucho dolor, pero también llena de personas que te amaban y todavía te aman, porque vives en nosotros y en nuestros recuerdos, en nuestras frases cotidianas, en nuestros dichos, sí, esos que dejaste como enseñanzas y costumbres en los que todos los días nos acordamos de ti. 

Hoy cumplirías 90 años, y debo decir que todavía me dueles, te extraño cuando voy a tu casa y me doy cuenta del vacío que dejaste en los rincones en la cama, en el sillón, en el comedor, incluso en las calles que caminabas todos los días para ir a la iglesia, muchos te recuerdan y nos siguen preguntando por ti, y solo nos queda decir que te fuiste hace un par de años mientras miramos las expresiones de sorpresa y de pesar.

Hoy, me arrepiento más que nunca de no haber sacado más fotos y vídeos, porque ahora, tengo tus recuerdos a cuentagotas en una memoria a la que le sobra espacio, aunque debo admitir que no me puedo arrepentir de no haberte dicho lo mucho que te quería, porque lo hacía todos los días y con todo el amor que tenía en mi alma, no me puedo arrepentir de no haber hecho lo suficiente o de no haber saldado nuestras cuentas de mis travesuras de niña, porque ahí estuve cuando más necesitaste de mí y no me arrepiento, valieron la pena las noches de desvelo a tu lado  el cansancio de todos los días, valieron la pena los momentos de estrés por no llegar a fin de mes por lo caro que era todo cuando estabas enfermo... Valía la pena porque tu sonrisa valía todo, cada discusión con quiénes no entendían, cada mal rato, cada noche de preocupación en el hospital, tú valías el mundo y más para mí. 

Me gusta pensar que me visitas a menudo en mis sueños y me das esa fuerza que necesito cuando siento que no puedo más, siento que me acompañas y me consuelas cuando parece que todo en la vida me falta, pero ahí estás, mi roble, mi apoyo y mi consejero.

Hoy, también me acuerdo de tu último cumpleaños, del pastel de chocolate que no pudiste partir tu solo, de la emoción de abrir tus regalos y de los zapatos que ya no pudiste usar porque ese último año fue devastador, tuvimos que cambiar a regañadientes hasta tu manera de vestir porque pasábamos más tiempo intentando resolver tus necesidades que las nuestras, no me arrepiento, no me pesa, pero me duele acordarme de ese último año, probablemente el peor y más difícil de mi corta vida, me dolía hasta las lágrimas ver el revoltijo de piezas del dominó que ya no podías armar y el temblor de la cuchara que no podías usar... No sé si me vas a dejar de doler algún día, pero por favor, no dejes de visitarme ocasionalmente en mis sueños porque te extraño, viejito. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario