lunes, 27 de abril de 2015

Epílogo



Hoy, aun siendo Agosto, no me queda más qué decirte adiós, no tengo ni la menor idea de que es lo que vaya a pasar con nosotros en el futuro, no sé si te volveré a encontrar en París o Italia, en Londres o aquí, en un café con sombrillas verdes, bolsas de compras y algún tipo de icecream; no sé si el último punto de este “librillo” sea el final o si deba poner tres suspensivos; eso ya no importa.
Sería lo mejor que ambos intentáramos lo posible por hacer de las miles de razones que ambos tenemos para recordarnos, razones para olvidarnos. Sí sería lo mejor; el problema es que yo no quiero olvidarte, y tampoco quiero que me olvides, pero lo que hagas, será tu decisión.
Yo solo quiero que estés bien y que seas muy feliz, en verdad, a pesar de lo culero que has sido conmigo, espero que alguien te pueda hacer mejor persona, que alguien te haga sonreír y que ella sea capaz de darte lo mejor de sí, de aguatar tu temperamento, de intentar cuidarte, de estar contigo en las buenas y en las malas, de sonreírte siempre, de perdonarte, de amarte, de besarte con tanta ternura y tanta pasión como yo lo hacía, de ir en contra de sus principios solo por seguirte, alguien que te haga sentir todo con una mirada.
Algún día, tal vez vuelvas a encontrar a alguien a la medida. Que se olvide de tu pasado, de tus fracasos, que no le importe lo que fuiste, lo que hiciste, lo que algún día por malos actos tal vez perdiste. Alguien que te levante, que te perdone, que te cuide, que llore contigo y si es necesario que te haga llorar, alguien que te entienda cuando ni siquiera tú lo haces.
Ojalá que logres tus metas, yo confío en ti, sigue soñando, pero no pierdas el piso, porque cuando tu motor se apague, te vas a caer y te va a doler a madres.
“Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que me encanta mirarte y que te hago mío con solo verte de lejos. Que adoro tus lunares y tu pecho me parece el paraíso. Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi  momento. Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser.”
Julio Cortázar – Rayuela
Sabes, creo que nunca dejaré de quererte, por todo lo que significaste para mí y por cada cosa que hicimos mal, no me arrepiento de nada de lo que pasó, porque todo forma parte de una experiencia de la que aprendí muchísimas cosas, aprendí lo que es amar a la medida, y a no ilusionarme tanto, a no convertir a alguien en el centro de mi universo, a no hacer de una persona indispensable y a no acostumbrarme tanto a una persona, porque el día que ya no esté, voy a llorar, así como lloré por ti.
Ahora, solo espero, coincidir contigo en otras vidas, ya no tan tercos, ya no tan jóvenes, ya no tan ciegos ni testarudos, ya sin razones sino pasiones, ya sin orgullo ni pretensiones… Ojalá.
Muchas personas han llegado a mi vida estos meses, he intentado enamorarme, no lo logro, y es que me he encontrado a personas tan maravillosas que no se merecen ser la sustitución tuya; eso me ha servido a mí para comprobar, que cada cosa tiene su tiempo, un embarazo no dura cuatro meses, la primavera no dura todo el año, y a ti que te amé tanto, no te olvidaré en cinco meses.
Una madrugada de marzo, te pedí que no te fueras pero fue en ese momento, justo cuando decidiste rendirte, entendí que debía largarme de tu vida, que te daba completamente igual que me quedara o no contigo.
Es por eso que no pienso rogarte, no te pediría jamás que volvieras conmigo, porque sería como obligarte a tomar una decisión, realmente a estas alturas no creo quererte en mi vida, o al menos no a la persona que eres ahora, la única manera que encuentro de volver a estar juntos, es imposible, eso no va a pasar, por tu orgullo y por el mío; yo no quiero estar con alguien que va a destruirme, y tú no vas a rogarle a alguien como yo.
Son las 07:01 pm del penúltimo día de agosto y muy a las palabras de Benedetti, que pareciera que le escribe a mi alma por la similitud de su versos con mi vida, te digo que...
“Te libero de mí, de mis males, de mi mal genio, de los domingos por la tarde en donde nunca puedo más, del odio a mis cumpleaños, de no saber cómo hacer para regalarte algo que no pierdas. Te libero de mi desengaño, de tu karma, de mis novedades, de la contradicción que represento. Te libero de mis mensajes que te saben a autocompasión, de mis enredos, de mi cabello suelto, corto, sin peinar. Te libero de mi consciencia, del desconcierto a fin de mes, de la caída, de la llegada, de mi huida inevitable. Te dejo libre para que me dejes, para que me veas de lejos y me quieras, menos.”
Mario Benedetti

¿Adiós? No sé si esto signifique adiós, lo más probable es que sí, no creo volverte a encontrar mi amor, al menos no pronto, al menos no en esta vida, duele (aunque “creo” es una palabra muy relativa, muy vaga, muy llena de dudas), pero contigo o sin ti, la vida sigue y el Cosmos no se va a detener por mi gran melancolía, aunque he detenido varios mundos con mi sonrisa, esta vez no me tocó ganar, como siempre he dicho, la vida es como un casino, una ruleta rusa para ser exacta , a veces no hay que tomarla tan en serio.
Te quiero mucho xxxxx, gracias por haber significado tanto para mí, por haber sido mi inspiración en tantos versos y prosas y cuentos e historias, y en esto, que es el intento de una historia que tal vez y solo tal vez, se convierta en libro.

¡Hey! Es la primera vez  en 6 meses que escribo tu nombre en alguna de mis prosas, algo bueno debió haber sucedido en estas últimas semanas; bueno, da igual, a pesar de que no lo merezcas, te deseo lo mejor, sonríe siempre.

domingo, 12 de abril de 2015

Un primer beso...

Describo nuestro primer beso como algo que Benedetti entendería... Tan espontáneo, tan natural; emocionante.
Algo no planeado  pero totalmente acordado por esa sensación que nos envolvió el cuerpo. Sí, esa, la que nos convenció de que no era un error.

martes, 7 de abril de 2015

Amigos... Solo "amigos"

Y no, no era amor, pero era mucho más que amistad, o al menos ella lo veía como algo lo suficientemente mágico. Él se había convertido en algo más; "era su amigo, su compañero y su terapeuta"... ¡Su confidente! 

Era más que alguien con quien pasar el tiempo, era el cómplice que cualquier chica como ella necesita, no para pasar el rato, sino para compartirlo, hablando de todo y de nada, riendo fuerte y llorando bajo.

Con él, no era aburrido mirar las nubes, y caminar hacia ningún lado mientras fumaban un cigarrillo era la escena más divertida del show.

... Y sus besos... ¡Qué dulces besos! Sabían a humo... Y a desesperación, a angustia y calma a la vez, a emoción y adrenalina, A un inquietante desasosiego cargado de avenencia.