Hoy, aun siendo Agosto, no me queda más qué decirte adiós, no tengo ni
la menor idea de que es lo que vaya a pasar con nosotros en el futuro, no sé si
te volveré a encontrar en París o Italia, en Londres o aquí, en un café con
sombrillas verdes, bolsas de compras y algún tipo de icecream; no sé si el
último punto de este “librillo” sea el final o si deba poner tres suspensivos;
eso ya no importa.
Sería lo mejor que ambos intentáramos lo posible por hacer de las miles
de razones que ambos tenemos para recordarnos, razones para olvidarnos. Sí
sería lo mejor; el problema es que yo no quiero olvidarte, y tampoco quiero que
me olvides, pero lo que hagas, será tu decisión.
Yo solo quiero que estés bien y que seas muy feliz, en verdad, a pesar
de lo culero que has sido conmigo, espero que alguien te pueda hacer mejor
persona, que alguien te haga sonreír y que ella sea capaz de darte lo mejor de
sí, de aguatar tu temperamento, de intentar cuidarte, de estar contigo en las
buenas y en las malas, de sonreírte siempre, de perdonarte, de amarte, de
besarte con tanta ternura y tanta pasión como yo lo hacía, de ir en contra de
sus principios solo por seguirte, alguien que te haga sentir todo con una
mirada.
Algún día, tal vez vuelvas a encontrar a alguien a la medida. Que se
olvide de tu pasado, de tus fracasos, que no le importe lo que fuiste, lo que
hiciste, lo que algún día por malos actos tal vez perdiste. Alguien que te
levante, que te perdone, que te cuide, que llore contigo y si es necesario que
te haga llorar, alguien que te entienda cuando ni siquiera tú lo haces.
Ojalá que logres tus metas, yo confío en ti, sigue soñando, pero no
pierdas el piso, porque cuando tu motor se apague, te vas a caer y te va a
doler a madres.
“Y
debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que
nunca intentaré olvidarte, que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que me encanta
mirarte y que te hago mío con solo verte de lejos. Que adoro tus lunares y tu
pecho me parece el paraíso. Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días,
ni de mi momento. Pero que te quise, y
que te quiero, aunque estemos destinados a no ser.”
Julio Cortázar – Rayuela
Sabes, creo que nunca dejaré de quererte, por todo lo que significaste
para mí y por cada cosa que hicimos mal, no me arrepiento de nada de lo que
pasó, porque todo forma parte de una experiencia de la que aprendí muchísimas
cosas, aprendí lo que es amar a la medida, y a no ilusionarme tanto, a no
convertir a alguien en el centro de mi universo, a no hacer de una persona
indispensable y a no acostumbrarme tanto a una persona, porque el día que ya no
esté, voy a llorar, así como lloré por ti.
Ahora, solo espero, coincidir contigo en otras vidas, ya no tan tercos,
ya no tan jóvenes, ya no tan ciegos ni testarudos, ya sin razones sino
pasiones, ya sin orgullo ni pretensiones… Ojalá.
Muchas personas han llegado a mi vida estos meses, he intentado
enamorarme, no lo logro, y es que me he encontrado a personas tan maravillosas
que no se merecen ser la sustitución tuya; eso me ha servido a mí para
comprobar, que cada cosa tiene su tiempo, un embarazo no dura cuatro meses, la
primavera no dura todo el año, y a ti que te amé tanto, no te olvidaré en cinco
meses.
Una madrugada de marzo, te pedí que no te fueras pero fue en ese
momento, justo cuando decidiste rendirte, entendí que debía largarme de tu
vida, que te daba completamente igual que me quedara o no contigo.
Es por eso que no pienso rogarte, no te pediría jamás que volvieras
conmigo, porque sería como obligarte a tomar una decisión, realmente a estas
alturas no creo quererte en mi vida, o al menos no a la persona que eres ahora,
la única manera que encuentro de volver a estar juntos, es imposible, eso no va
a pasar, por tu orgullo y por el mío; yo no quiero estar con alguien que va a
destruirme, y tú no vas a rogarle a alguien como yo.
Son las 07:01 pm del penúltimo día de agosto y muy a las palabras de
Benedetti, que pareciera que le escribe a mi alma por la similitud de su versos
con mi vida, te digo que...
“Te
libero de mí, de mis males, de mi mal genio, de los domingos por la tarde en
donde nunca puedo más, del odio a mis cumpleaños, de no saber cómo hacer para
regalarte algo que no pierdas. Te libero de mi desengaño, de tu karma, de mis
novedades, de la contradicción que represento. Te libero de mis mensajes que te
saben a autocompasión, de mis enredos, de mi cabello suelto, corto, sin peinar.
Te libero de mi consciencia, del desconcierto a fin de mes, de la caída, de la
llegada, de mi huida inevitable. Te dejo libre para que me dejes, para que me
veas de lejos y me quieras, menos.”
Mario Benedetti
¿Adiós? No sé si esto signifique adiós, lo más probable es que sí, no
creo volverte a encontrar mi amor, al menos no pronto, al menos no en esta vida,
duele (aunque “creo” es una palabra muy relativa, muy vaga, muy llena de
dudas), pero contigo o sin ti, la vida sigue y el Cosmos no se va a detener por
mi gran melancolía, aunque he detenido varios mundos con mi sonrisa, esta vez
no me tocó ganar, como siempre he dicho, la vida es como un casino, una ruleta
rusa para ser exacta , a veces no hay que tomarla tan en serio.
Te quiero mucho xxxxx, gracias por haber significado tanto para mí, por
haber sido mi inspiración en tantos versos y prosas y cuentos e historias, y en
esto, que es el intento de una historia que tal vez y solo tal vez, se
convierta en libro.
¡Hey! Es la primera vez en 6
meses que escribo tu nombre en alguna de mis prosas, algo bueno debió haber sucedido
en estas últimas semanas; bueno, da igual, a pesar de que no lo merezcas, te
deseo lo mejor, sonríe siempre.