Y
ahí estaba ella… otra vez pensando en si era realidad, aunque realmente ya no
le importaba tanto, colgada de su cuello ya nada le hacía falta, más que soñar
con las miles de historias que podría escribir con él, su corazón latía con
tanta fuerza y sentía ese cosquilleo en toda el alma, se inundaba el pecho con su aroma, y olvidándose del mundo
lo besó, en un beso, le entregó todo lo que tenía… La llave de su cosmos… Y fue
ahí donde se dio cuenta que todo es posible con un poco de polvo de
estrellas y una pizca de amor.
Pero
bien dice el dicho que nada es para siempre, y pasó el tiempo.
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Princesa… - le dijo con todo el dolor del mundo – Se nos hizo un poco tarde y
es hora de que me vaya. – en sus ojos se reflejaban amor y tristeza, pero sabía
que la historia había terminado – ¿Me harías un último favor?
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… ¡Cállate! – gritó con lágrimas en los ojos – no tienes qué decirlo, sabes
que no te olvidaría.
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-- A veces, me pregunto cómo es que siempre lo sabes.
Ella
se aferró a él, y fue entonces cuando el más fuerte de los dos se derrumbó,
soltó la enorme mochila que cargaba en su mano derecha y la abrazó… La abrazó
como si la vida le fuera en ello, y lloró como cuándo tenía 7 años, tenía tanto
que decirle a esa niña que entre sus brazos se había vuelto tan frágil y que
poco a poco perdía la fuerza que le quedaba, aunque él sabía que no iba a
soltarlo aunque le doliera cada músculo.
Hoy
más que nunca se sentía tan frustrado porque sabía que tenía que protegerla,
pero ahora muchos kilómetros se lo impedirían.
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No quiero que te vayas.
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…
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¡Dime algo¡
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Perdóname.
Y
fue entonces cuando el mismo amor que le tenía, le dio la fuerza apenas
necesaria para soltarla, levantar sus cosas y darse la vuelta sin decir nada.
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Te amo… no lo olvides – siguió ella entre sollozos y de rodillas en el suelo.
Ojalá
jamás le hubiera dicho nada, lo único que él pudo hacer en ese momento fue
detener su marcha unos segundos sin volver la mirada o decirle algo, porque si lo hacía ya no podría dejarla.
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Adiós – susurró para sí mismo, porque sabía que ella no lo había escuchado y siguió si camino, sin saber muy bien si algún día volvería a verla.